Fundamentalmente, el orador es una persona capacitada y entrenada para activar voluntades moviendo sentimientos y emociones en sus interlocutores. No es posible entender el poder de la oratoria si ésta no es capaz de movilizar, en un auditorio específico, un conjunto especial de recursos y actitudes emocionales capaces de dejarlos con otra postura de la que ingresaron.
Unas de las cualidades que han tenido los más importantes oradores son, sin duda, el carisma de su personalidad, su enorme influencia en el marco emocional y su discurso avasallador y persuasivo. Más allá de la idea que un líder maneje y articule con cierta habilidad su verdadero poder radica en el manejo de una comunicación efectiva, directa, clara, convincente y, desde luego, persuasiva.
Desde este punto de vista, el orador está obligado al conocimiento claro como así también al manejo preciso y convincente de los medios que habrá de emplear tanto retóricos como técnicos. El discurso debe provenir no solo de una meditación profunda y una correcta reflexión sino también del conjunto de conocimientos reunidos.
El Orador Debe Guiar Al Público
El orador deberá estudiar el arte de hacerlos penetrar en la mente de aquellos que desconocen el tema expuesto o los que niegan el punto de vista del orador. Por lo que el orador experto debe trabajar desde lo más íntimo de su ser y a su par en el otro para luego de establecer este rapport y guiar al auditorio por lo que él considere el mejor camino.
Para que este proceso sea coherente es importante que el orador analice delante de sus oyentes todos los aspectos inherentes al objeto que ha motivado el discurso. De esta manera, el exponente tendrá la
capacidad de defender y poner en duda él mismo su tema con suficiente habilidad comunicativa, creando un proceso que puede generar un debate lleno en matices.
Al manejar emociones específicas y sentimientos adecuados, que complementan el uso del razonamiento, los expositores pueden partir de principios ciertos o refutados como tales, expuestos por las personas a quienes tratamos de convencer.
Y de igual manera se utiliza la similitud de los hechos individuales que provengan de recuerdos, testimonios o experiencias procurando que se produzcan conclusiones que fundamenten el discurso. Por lo tanto un orador entrenado será aquel que mueva sentimientos y emociones dejando al público convencido de la orientación que han recibido.
Cualidades Generales Del Orador Eficaz
Las cualidades oratorias se estudian y deberían ser un objetivo a alcanzar por cualquier persona que quiera comunicarse de forma efectiva. El orador no necesariamente debe poseer todos dotes en igual grado, que sería lo ideal, sin embargo es importante identificar algunas de las cualidades claves y darle la relevancia tal que se logre alcanzar el objetivo con éxito al momento de exponer. Veamos
algunas:
Conocimiento. El dominio del tema confiere a la palabra una fuerza expresiva que a veces se vuelve contagiosa, procura una buena conciencia al que habla y ayuda a aumentar el aplomo.
Seguridad en sí mismo. Si esta seguridad o confianza no se logra, existe el temor de hablar; temor que se agudiza sobre todo en los instantes mismos de comenzar a hablar. La confianza en sí mismo es la principal acción de sostén para hablar en público.
Voluntad firme y decidida. Para dominar la oratoria, como cualquier otra disciplina, hay que aplicar la voluntad y la perseverancia con toda su intensidad durante el período de estudio y preparación. Aunque se sienta flaqueza que no se progresa, no hay que darse por vencido; el estudio de la oratoria no es de un momento sino de toda la vida.
Destrezas. El orador experto se caracteriza por la facilidad de palabras, equilibrio emocional, control de la voz y la coordinación de los movimientos corporales. Dicho de otra manera, consiste en la habilidad para encontrar palabras apropiadas, organizarlas en frases correctas y disponerlas, enlazando unas con otras, en un cierto modo o estilo personal, con el fin de comunicar ideas y sentimientos.
Claridad de ideas: Las ideas deben de ser fácilmente entendibles por los oyentes. Por lo tanto, se deben de articular de una manera lógica y coherente, evitando hablar de manera incomprensible porque demostraría que no se tienen ideas claras.
Memoria. Una excelente memoria ayuda a la oratoria, pues asegura en cualquier momento un manantial de ideas a las que se puede recurrir en un discurso. La buena memoria permite evocar en cualquier instante todos los pormenores del asunto. La memoria lenta y perezosa, que exige grandes esfuerzos de concentración y que busca con frecuencia el auxilio de los apuntes, distrae y enfría la
atención y la emoción del auditorio.
Integridad. Las cualidades morales también deben estar presentes, son ineludibles. Un buen orador debe ser, ante todo, un hombre bueno, ya que los oyentes no separan aquello que se dice de la persona que lo dice. La impresión causada por el orador influye en ellos tanto como la reflexión que éste puede dirigirles.
Sean cuales fueran las cualidades del orador, y aunque muchas puedan parecer mecánicas, no pueden perder la importancia de la posición que ocupa en un orador, por ello aquí se muestran sólo algunas de ellas para tomarlas como guía.
Sentimiento. Un orador razonador y frío que pronuncia un discurso puramente intelectual parece deshumanizado, incapaz de interrelacionar y deja indiferentes a los oyentes. Varias más son las habilidades que debe cultivar el orador pero nunca podrá dejar de tener sensibilidad.
Entendemos la sensibilidad como la capacidad de conmover y de comunicarnos mediante el corazón. Un discurso sin emoción no conmueve, no llega, no es creíble. Solo en la comunicación de corazón a corazón está la clave.
