La Persuasión En La Oratoria, Una Práctica De Comunicación Eficaz

Muchos han interpretado la persuasión como la acción que tiene un comunicador para convencer o influir en un público determinado.

Este concepto es certero, pero es importante destacar que se consigue siempre y cuando se utilicen razones y argumentos coherentes y empáticos para que una persona actúe o piense de un modo determinado. Cualquier acción humana está relacionada con el proceso de la comunicación, pero el éxito está establecido por la capacidad de comunicarse. Lo que quiere decir que el hecho de comunicar no se centra solo en informar sino cómo se transmite un mensaje para persuadir.

Si la oratoria implica hablar con elocuencia y la persuasión la técnica de convencer, entonces se puede decir que existe una oratoria persuasiva; es decir que hay buenos comunicadores que dan discursos persuasivos donde exponen una idea o una opinión sobre un tema determinado, con la intención que el público reaccione ante ella.

Para lograr esa reacción es necesario mover sentimientos, crear necesidades y motivar al individuo a través de la emoción. Por consiguiente, se requiere atraer la atención y la confianza del que escucha el discurso. Por ello, la persuasión se establece como un efecto inmediato del poder de la elocuencia.

La Oratoria Persuasiva: Enfocarse En El Público

La persuasión es determinante en todo aquello que engloba la oratoria, pues esta última no se entiende si de ante mano no existe una intención persuasiva en el discurso.
La oratoria queda establecida como una técnica con mecanismos, efectos y recursos que se emplean para conseguir un cambio o modificar ideas relativas a ciertos hechos.

El autor de un discurso persuasivo redacta cada línea para que influya directamente en la audiencia con el objetivo de que piense de una manera específica, así que es vital conocer, inspirase y enfocarse en el auditorio.

Este discurso persuasivo debe presentarse tras una afirmación clara y directa para que el público sepa exactamente cuál es el punto de vista del que habla. Para convencer a la audiencia de alguna idea o una reflexión es importante saber argumentar, demostrando que la posición del orador es la más idónea para tomar.

El arte de la oratoria, que es de muchos modos y maneras, el arte de la retórica, posee la virtud para quien la practica con éxito, de enaltecer las habilidades existenciales logrando con ello una empatía con la audiencia. Por lo tanto, los escritores de discursos persuasivos utilizan varios tipos de recursos para convencer a la audiencia.

Orador: Agradar y Conmover

La oratoria, desde luego, no apuesta al razonamiento estéril, ya que persigue conseguir el éxito a través de un conjunto de técnicas donde la palabra se considera el recurso para la interacción entre el orador y su auditorio.

Para lograr esa conexión y para que sea retroalimentada el orador, primeramente, debe agradar y conmover. Para conseguirlo el orador debe utilizar acertadamente la palabra asumiendo todas sus posibilidades comunicativas.

De allí que persuadir sea, en esencia, la condición primordial para obtener determinados convencimientos inherentes a múltiples cuestiones humanas. Una forma de interesar al auditorio y conseguir su atención es enaltecer sus sentimientos.

Aunque la oratoria, en realidad, apunta mejor hacia las ideas no se puede olvidar la condición del orador para conmover, es decir, todo aquello que posee real valor para cargar el discurso de un propósito o una intención específica.

La oratoria necesita, sin duda alguna, proporcionarle al discurso a través de la palabra claridad, fuerza, ímpetu y coherencia con el objetivo de impresionar y, algo clave, conmover.

El Conocimiento Es La Herramienta Ideal Para Persuadir

El conocimiento claro, los medios que se emplearán y el discurso persuasivo deben ser el fruto de la reflexión y de la meditación. Lo verdaderamente certero es que al integrar el conocimiento y el arte de hacerlos penetrar en la mente, el mensaje llega a quienes dudan o niegan.

El discurso, indiscutiblemente, debe mostrar un estudio previo, una investigación profunda, para que con ello se instruya al auditorio, se analice el tema frente a ellos, se vea un orador experimentado, que reflexiona, que argumenta, que convence, es decir que el conocimiento y la instrucción se vuelven esencial.

Pero es relevante recordar que un discurso que no conmueva, que no sacuda al oyente, que no esté dirigido hacia posiciones empáticas; no consigue la misión que se ha propuesto y esto se logra gracias al poder de la persuasión.

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